Un día Juan se sintió seguro sobre su vocación y entró al Monasterio del Silencio. El principal del Monasterio al darle la bienvenida le dijo:
"Hermano, seas bienvenido y puedes permanecer aquí todo el tiempo que quieras, pero la regla es que no puedes hablar a menos que yo te de permiso."
El hermano Juan vivió en el monasterio durante un año sin decir una palabra, hasta que un día el principal le dijo:
"Hermano, ya has vivido un año con nosotros, así que puedes decir dos palabras, recuerda, solamente dos palabras."
"Cama dura", dijo Juan.
"Siento mucho oir eso. Te asignaremos una cama mejor."
Un año despues, el hermano Juan fue llamado nuevamente por el principal:
"Puedes decir ahora otras dos palabras, hermano."
"Comida fria", balbucea el pobre Juan.
"Lamentable situacion, pero se arreglara de inmediato"
En su tercer aniversario en el monasterio, el principal volvió a llamar al hermano:
"Dos palabras puedes decir hoy hermano Juan."
"¡Yo renuncio!", exclamó Juan.
"Ma, si, anda al carajo. Es lo mejor que puedes hacer", le respondió el principal, "¡porque lo único que has hecho desde que llegaste es quejarte de todo!"
BWAHAHAHAAAHA!
2 comentarios:
¡Pobrecito!
Son así, así de forros.
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