(Microrrelato
perteneciente a "Los hijos de los días", de Eduardo Galeano.)
La
llamaban la Mulata de Córdoba, no se sabe por qué. Mulata era, pero había
nacido en el puerto de Veracruz, y allí vivía desde siempre.
Se
decía que era hechicera. Allá por el 1600 y pico, el toque de sus manos curaba
a los enfermos y enloquecía a los sanos.
Sospechando
que el Demonio la habitaba, la
Santa Inquisición la encerró en la fortaleza de la isla de
San Juan de Ulúa.
En
su celda, ella encontró un carbón, que algún antiguo fuego había dejado allí.
Con
ese carbón se puso a garabatear en la pared, y su mano dibujó, sin querer
queriendo, un barco. Y el barco se desprendió de la pared y a la mar abierta se
llevó a la prisionera.BWAHAHAHAAAHA!
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